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martes, 4 de agosto de 2009

Mi cometa




¿Qué has hecho de la vida? Le preguntó a Andrés su tortuga una noche que jugaba videojuegos. Se quedó atónito. Lo único que había escuchado decir a esa tortuga era un “aarg” como una señal de que tiene hambre. Atónico puso el botón de standby y volteó a verla. No era mas que una típica tortuga en su tortuguera, solo que lo veía con sus ojos turquesa. ¿Qué has hecho de tu vida? repitió la amiga tortuga. Fue suficiente para que Andrés se dejara recostar en el banquito frente a su cama. ¿Qué había hecho hasta ese entonces? Su cabello tenía la edad suficiente como ya aparecer una clava interior, ya que no usaba su mente para más de videojuegos, comida sin decir gracias y chicas al por mayor. “He estado en la final del eqipo de soccer y gracias a mí ganamos” Qué estúpido se dijo a sí mismo mientras algo, no bien definido de que parte de la cabeza, decía que eso había sido por pura trampa, ya que él era defensa y aplicó una patada que por suerte el árbitro no la divisó por estar viendo a las chicas de las gradas. “He sacado dieces en exámenes de álgebra”. Algo otra vez en la cabeza le borró la sonrisa, sí había sacado dieces pero era porque compraba los exámenes o sobornaba al maestro. “Amo a mis papás y a mi hermanita”. Se sentía satisfecho. Nadie le podía recriminar eso. Pero al cerrar los ojos de nuevo alguien en su cerebro dijo: no te la crees; a esa madre que no le diriges ni una sonrisa, a un padre que ni te importa ver que llega cansado y a una hermana que le pegas a tu antojo cuando llegas drogado. “Cierra los ojos Andrés y ponme en tu mano, te llevaré a la explicación de porqué la pregunta”, la tortuga estaba a su lado en el suelo extendiendo su pequeña pata con unas pesuñas de color verde pasto. Andrés no sabía que pasaba pero se la dio y cerro poco a poco los ojos. Como el sedante que había tomado en la noche anterior.
“Mira las cosas pasan porque uno elige el camino que sigue, y es normal que no sepas que has hecho, ya que no has hecho nada” Pasaron como por una planicie, de color rozada y con muchas grietas en el piso. “¿ves estas tierras secas y sin ninguna señal de vida más que el ocaso en ese lado? son tus manso y cada grieta es cada hecho que marca tu vida de por vida. Como ves ninguna de tus decisiones fue la correcta y eso llevó que todo lo que estaba destinado a vivir y a crecer aquí lo hayas matado con tus propias manos” Andrés le parecía un poco estúpido que en su mano hubiera vida, pero al vérsela de cerca,su mano estaba reseca y con costras y feas cicatrices que nunca había visto por todos los piquetes. Parecía la primera vez que veía lo que en verdad era. Se sentía demacrado, pero de verdad demacrado.
De repente el cielo se obscureció hasta que lo único que podía visualizar Andrés eran los ojos turquesa de esa extraña tortuga que extrañamente había durado ya tres años sin comida y aguas apestilentes. “Ya es tarde Andy” Nadie le decía Andy, solo su madre cuando era chico. ¿Tarde? ¿Tarde para qué? Se le hacía algo ilógico que alguien dijera tarde, si para todo había tiempo. De repente un pequeño resplandor, como una leve luz de candelabro, se vio por lo que parecía un cielo de un desierto nublado. Era una débil chispita cada vez más débil. No sabía si por timidez o por simplemente el tiempo le dieron escalofríos y un tiemble en sus manos. “Andrés eso que acabas de ver se supone que es tu cometa, se supone que va creciendo cada vez que tu vas prosperando en tu vida, hasta crear una luz tan vibrante, que te deslumbra en vida, pero en muerte te guía a tu destino final. Radicalmente, lo que habías logradoi con el amor a tu familia, tus cuadros de honor y tus sonrisas de la infancia las borraste con insultos, burlas, mentiras, trampas, drogas y mala vida. Lo que quedó de tu cometa fue eso. “
“Te deseo suerte en tu viaje, porque la necesitaras para poder llegar al menos para ver la ventana de donde tu familia y tus verdaderos amigos gozaran de una vida tranquila.” Los ojos de la tortuga se desvanecieron poco a poco. Dio el grito de agonía, no se podía mover y solo sentía sus lágrimas en su cuello. Veía su flashback, veía sus primeros malos pasos, veía sus malas ventajas y sus malos a mores y afectos: veía su ruina. “Te deseo suerte, porque la verdad eres un asco” fue lo único que llegó a murmurar a sí mismo.
Encontraron sus padres el cuerpo en el piso lleno en un charco de lágrimas de melancolía y en la mano solo estaba una concha de tortuga. Tenía un rostro de perdido, porque su cometa, no lo ayudo a encontrar si quiera la esquina de la calle de la calma.

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