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sábado, 8 de agosto de 2009

El gato madrugador




Hace noches atrás, un gato acosa mi venta en la madrugada. Hace unas semanas que no deja de visitarme a tantas horas de la noche, más bien de la madrugada. Hace unos días que solo me empezaba a ver con esos ojos grandes y profundos, pero sólo hace unas horas, me puse a meditar la razón por la que venía puntualmente a esa hora.

Primero lo ví asustada pensando que solo venía en la noche a comer las croquetas de mi perrita, pero con el paso del tiempo, ví que solo venía a sentarse en la bardita del patio, que daba a la ventana en donde yo me conectaba redactando mis ensayos, y escuchando a Mercury Rev. ¡Quién lo diría! A éste gato parecía que lo facinaba Mercury, porque otras noches que ponía otra música, ni siquiera se oían sus maullidos lejanos. También descubrí que gusta de Nico Muhly y de música clásica como Motzart y Vivaldi; pero creo que su musica favorita es de Camera obscura, ya que inclusa se sienta agusto y empieza a ronrronear.

Ya me acostumbré a su visita nocturna, pidiendo una smigajas de bolillo y cancione stranquilas para ser una compañia algo extraña, ya que solo me platicaba su día en dos a cuatro ronrroneos. Nunca lo he acariciado, y mucho menos él me lo ha pedido. Pero lo que sí he hecho e spreguntarle porqué viene conmigo y porqué me ve con esos ojos tan grandes y profundos. No me ha respondido, y creo que no me responderá, pero siento cada vez más su mirada clavada en mi cuando escribo algo. Sus ojos en ese momento se vuelven color escarlata, y cuando me retiro a descansar, me despide un maullido que lo escucho desde mi cama.

Ese gato, se convirtió en mi reflejo: alguien que es madrugada, alguien que sólo completa, alguien sigiloso y alguien que te hace una compañía sencilla, pero confortante. Él y yo somos madrugada.

viernes, 7 de agosto de 2009

Más allá de la colina




Una vez, tú me dijiste que más ayá de la colina estaría el amor y la paz verdadera.Me dijiste que cuando pudiera llegar ayá. Podría saber qué se siente percibir el amor verdadero. La verdad es que me encaminé porque no tenía ninguna cosa que perder. A tí ya te había perdido.

Solamente tomé algún cambio de la mesita de noche, una brújula y los ultimos cigarros que me quedaron de la resaca. Decidí caminar al oeste, en una línea recta, hasta encontrarme con la verde colina que me explicaste al cambiarme por alguien más. Anocheció, llovió, amaneció, hizo viento, pero aún asi seguía mi camino no importa que tan lago fuese. Total, ya no ten´´ia nada que perder.

Un fin de semana, un domingo en especial, llegué a lo que era la fronteraentre lo utópico y la ciudad viviente, pero no había ninguna colina. Me di por muerto, y aparte quebrado, porque no tenía ni para un bocado del pan del horno.Me sente viendo al sol de la tarde y prendí el último cigarrillo.

Vi como a cada bocanada se ocultaba más al fondo el sol. Sentía la brisa en mi nuca y un leve susurro me hizo cerrar los ojos. Respiré ondo, y en mis manos sentía cesped húmedo y con olor a tarde de verano. Sencillamente me salió una sonrisa: una sonrisa de paz. Paz conmigo mismo. Respiré cada vez más ondo, y cada vez me retorcía más de sentir esa emoción cada vez más fuerte. De repente se fué la luz solar, y de nuevo abrí los ojos.

Lo que había sentido por unos cuantos minutos, no se compara con lo que me rodeaba en el desierto frío de ese día. Todo polvoso y sin ninguna vida, solamente se oían los grillos escondidos. Me hice de una sonrisa para mi mismo y empezé el camino a casa.

Medité, tenías razón. Atrás de la colina verde. No existe tal colina de verdad. Es utópica; es tu propia colina verde, donde la quieras ver. Ahora no me importa haberte perdido. En mi colina hay el verdadero amor y paz, y es porque en MI colina verde, estás tú conmigo.

Hoy no es día para desvelarse...aunque sea viernes

jueves, 6 de agosto de 2009

tengo sed de manantial




Alguna vez te preguntaste porqué los borrachos siempre tienen sed? No precisamente es que sea sed de agua. ¿Apoco te dicen, tengo sed de agua? Ellos solo te dicen sed. La verdad yo no sabía esto, hasta que yo me puse como ellos. Su nombre era Gina.
Gina, mi vecina de trenzas largas y vestidos de colores. Gina, la niña que sus risas llegaban hasta el cuarto donde yo dormía con mis ahorros para mis tarjetas de futbol. Gina, la primera niña que me enamoré. Gina, la última mujer que deseo. Gina, la primera persona que me vio a los ojos e hizo que tuviera mariposas en el estomago. Gina, la primera chica a la que besé despacio, y a la primera que la llevé al callejón de atrás. Gina, la feliz Gina, hija del juguetero más alegre del pueblo.
Tardes, noches, mañanas y medios días eran con ella lo más divertido, y a la vez, lo más romántico. Pláticas sin sentido y un par de panqueques que preparaba especialmente para las subidas a la colina. Gina, la mujer de mis sueños fríos, y también de los cálidos. Su risa sonaba como a un agua de manantial; ella era un manantial de felicidad. Mi lugar favorito era ese en la selva, donde caía la cascada y se veían las criaturas marinas saludándote, a la vez que los pájaros te cantaban odas a la primavera.
A los diecinueve años le propuse matrimonio, para ser señora de un joven ensayista y traductor. La hice la mujer más feliz del mundo. Siempre sus vestidos, sus aromas y sus pasteles. Me sentía en un paraíso muy mío al verla. Era el hombre más feliz, al menos del pueblo, y eso todos lo notaban.
Pero así no es la vida por siempre, y por confiarme demasiado, perdí todo en un volado. No recordé que no soy el único hombre en la larga llanura, que, tampoco recordé que siempre habrá alguien mejor que tú. Él llegó en su motocicleta y gozando de trajes de gabardinas europeas. Todo el pueblo, desde que supo que era un cartógrafo explorador lo idolatraron casi como al mismo Sol. Gina lo idolatró. Él notó el interés de Gina. De mi Gina. Se robó a mi Gina, y cuando ví ya era mujer de vestidos largos en vez de esos frescos de campo y ahora usaba maquillaje, haciéndola ver una señora seria y confundida. Ni me dijo adiós, prefirió lo interesante que lo seguro.
Dejé mi trabajo, pues lo único que hacía era por ella, y para ella. Dejé de vestirme para salir correctamente. Dejé a mis amistades y solo agarre un morral, un mapa de las tierras, una mójica y un par de quesos. No olvidé los 200 reales de mi vida. Esos que iba a ocupar para la casa de mi Gina. De Gina más bien, ahora sólo es de él. El queso se termino, el mapa se perdió y lo único que me quedó fueron los reales. Me gaste uno por uno bebiendo hasta no poder recordar ni mi nombre, me perdía en mi fanatismo por tenerla conmigo. Me perdía entre las copas y el camarero. Me perdía entre el olor a orina y a humo de puro viejo. Me arrastraba por las calles de noche y por las mañanas, mendigaba por un medio bolillo con mantequilla.
Lo extraño es que cada día que pasaba, cada día tenía más sed. Pero toda la gente solo me daba agua. Yo no tenía ni sed de agua, ni sed de pulque viejo; tenía sed del manantial, del manantial de la risa de Gina…

martes, 4 de agosto de 2009

La carta del mar




Leonor vive en las antiguas playas de la Australia salvaje, vive en los bosques se esa Australia de animales inimaginales, me parece que le llaman marcupiales. Vive en donde sale el sol donde cantan las aves de colores, donde hay agua de coco y donde hacen que el cabello deslumbre con listones de colores.

Yo vivo en la vieja Europa, vivo en el antiguo faro de la costa este, donde sólo crecen nueces en la primavera y donde sale el sol solamente a mediodía y a la hora del té. Vivo donde es una paz demasiado muerta y donde a bunda el color negro y gris calvario. Lo que acostumbran aca es solamente ir a misa y tomar galletitas a las 5 de la tarde.

Lo único que me entrelaza a Leonor y a mí es el inmenso mar que nos rodea, y que está junto a nosotros a cada minuto que pasa. Por eso decidimos que nos amndaríamos las cartas más profundas por vía marítima, susurrandole al amigo mojado los pensamiento que nos llegaban ese día. Yo le ´mandaba los mensajes a las seis de la mañana y a mí me llegaban los suyos a las siete de la noche, despues del almuerzo. Me sentaba en el pequeño risco y me la pasaba riendo a pesar que anochecía. No me daba frío porque sentía que el calor de sus pensamientos me refugiaban. Dependia de cómo amaneciera ella de cómo se comportara el inmenso azul. Si estaba triste caía una llovisna leve, si estaba fúrica me pegaba una tormenta, si estaba feliz salia un leve murmullo de sol, pero si estaba alegre al desbordar era un día perfecto para ir de día de campo.

Pasaron los años que tubieron que pasar para mandarnos las cartas de amor más bonitas que jamás recivio antes, hasta que llego esa asecina llamada peste. Un día esperaba su mensaje cuando me dí cuenta que se retrasaba, esperé hasta media noche y no llegaba nada. Le mande multiples mensajes, pero por días no tube respuesta. Esperé semanas, hasta que no pudo más mi decesperación y me enbarqué hasta esa isla.

Llegué y estaba cayendo gotas del cielo, me tarde un día es saber su paradero. La encontré, y agonizaba en un catre de un hospital del pueblo. tENÍA LOS OJOS AMARILLOS Y CUANDO ME VIÓ, DEJO SOLTAR EN SU CARA UNA SONRISA DE FELICIDAD DE AÑOS.

"me muero" me dijo en voz baja; "no te preocupes yo estoy contigo". Dormi en el suelo junto a ella. Me sentía afligido, al fin con ella y ella se me escapa. No tenía otra opción. Me puse mi sombrero y mi mejor traje, le compre un vestido de manta blanca y la ayude a vestirse. Débil como una concha de las orillas me dijoq ue qué era lo que tramaba. "Estaremos juntos, porque yo ya no te puedo extrañar más". La cargué y la llevé a la costa. "Ahora eres mi mujer, y el mar será nuestro hogar" Ella sonrió hasta soltar lágrimas y poco a poco fuimos avanzando hasta ese gigante azul. Nos sumergíamos, hasta quedar completamente adentrados a él. Mientras nos sumergíamos solo escuchabamos todos los mensajes que nos mandamos ala vez. Nos perdimos en la humedad de un amor.

Lo único que me falta





La mayoría de las mujeres me envidia. No las culpo. Siempre traigo la ropa de temporada, las zapatillas mas caras y los vestidos mas seductores. Traigo el mejor cutis del mundos y los ojos mas grandes y apuestos que no verás en ninguna parte. Viajo por el mundo exponiendo mi figura en fusión con ropa de famosos diseñadores y toda la gente envidia lo que traiga puesto. Las mujeres envidian mi pecho bien formado y mi figura de corazon. Me envidian porque saben que ningún famoso cirujano las podría hacer como yo. Pero lo que más envidian ellas, es que yo no me hago vieja, al menos por fuera.

Lo único que me falta en mi vida es experimentar lo que las demás mujeres gozan que yo no. El amor. Literalmente no se que es. Pero desde mi aparador veo que es algo muy bonito. Una vez, detrás de mis gafas Chanel espiaba a una pareja que entrelazaban sus labios y cerraban los ojos, como si disfrutaran en el momento. Me dan ganas de hacer lo mismo. También el otro día ví cuando una dama con un muchacho estaban coqueteando de estante a estante. Sus miradas se entrelazaban desbordando algo que parecía arder. Una vez oí que se trataba del amor. Muero por sentir amor, incluso dejaría un día mis lujos por probar un poco. Toda la noche me esforce en abrir un poco mi boca, para que en la mañana el chico que me cambia de vestido pueda darme al menos un beso de un segundo, lo pude lograr. No podía esperar.


A la mañana él se acercó con su sonrisa, puse mis ojos más coquetos que el plástico me dejaba y mientras me vestia sentia sus manos por mi cuerpo. "Qué hermosa eres" decía en un susurro para él mismo. "Si fueras de verdad y no estubieras en la vitrina, estaría besandote hasta desgastarte esos falsos labios de plástico". Y se fué. El vestido que traía podría ser el mejor de la temporada, pero a mí me pareció el más triste. Era cierto, solo era un plástico estilizado.

Las mujeres me envidian por estar a la moda, me envidian mis zapatos, mis lentes, mi ropa, mi cutis y mis ojos, pero yo envidio el amor y sus labios de verdad...




para rojaa :) tk mana

lo mejor de la nieve: Miike Snow



Una banda sencillamente fantástica, sencillamente imaginativa. Acordes melosos, voces de acordes e imaginación en cada coro. Es el mundo de los chicos de Miike Snow. Lo curioso de ellos, es que son los tres productores de solistas y cantantes no de muy mi agrado como Nelly Furtado, Paris Hilton, Lily Allen, Audioslave, entre otros que no recuerdo. Lo increible cómo un productos de éstos artistas puede sacar algo tan mágico como el disco nombrado con el mismo nombre Miike Snow.

Ahí les va el nombre de las canciones, si pueden escuchenlas, vale la pena. Y si ven el disco, no lo piensen, comprelo.


1. Animal
2. Burial
3. Sylvia
4. Song for no one
5. Black and Blue
6. Sans soleil
7. A horse is not a home
8. Cult logic
9. Plastic Jungle
10. In search of
11. Faker


he aquí dos de sus videos, disfrutenlos.




Mi cometa




¿Qué has hecho de la vida? Le preguntó a Andrés su tortuga una noche que jugaba videojuegos. Se quedó atónito. Lo único que había escuchado decir a esa tortuga era un “aarg” como una señal de que tiene hambre. Atónico puso el botón de standby y volteó a verla. No era mas que una típica tortuga en su tortuguera, solo que lo veía con sus ojos turquesa. ¿Qué has hecho de tu vida? repitió la amiga tortuga. Fue suficiente para que Andrés se dejara recostar en el banquito frente a su cama. ¿Qué había hecho hasta ese entonces? Su cabello tenía la edad suficiente como ya aparecer una clava interior, ya que no usaba su mente para más de videojuegos, comida sin decir gracias y chicas al por mayor. “He estado en la final del eqipo de soccer y gracias a mí ganamos” Qué estúpido se dijo a sí mismo mientras algo, no bien definido de que parte de la cabeza, decía que eso había sido por pura trampa, ya que él era defensa y aplicó una patada que por suerte el árbitro no la divisó por estar viendo a las chicas de las gradas. “He sacado dieces en exámenes de álgebra”. Algo otra vez en la cabeza le borró la sonrisa, sí había sacado dieces pero era porque compraba los exámenes o sobornaba al maestro. “Amo a mis papás y a mi hermanita”. Se sentía satisfecho. Nadie le podía recriminar eso. Pero al cerrar los ojos de nuevo alguien en su cerebro dijo: no te la crees; a esa madre que no le diriges ni una sonrisa, a un padre que ni te importa ver que llega cansado y a una hermana que le pegas a tu antojo cuando llegas drogado. “Cierra los ojos Andrés y ponme en tu mano, te llevaré a la explicación de porqué la pregunta”, la tortuga estaba a su lado en el suelo extendiendo su pequeña pata con unas pesuñas de color verde pasto. Andrés no sabía que pasaba pero se la dio y cerro poco a poco los ojos. Como el sedante que había tomado en la noche anterior.
“Mira las cosas pasan porque uno elige el camino que sigue, y es normal que no sepas que has hecho, ya que no has hecho nada” Pasaron como por una planicie, de color rozada y con muchas grietas en el piso. “¿ves estas tierras secas y sin ninguna señal de vida más que el ocaso en ese lado? son tus manso y cada grieta es cada hecho que marca tu vida de por vida. Como ves ninguna de tus decisiones fue la correcta y eso llevó que todo lo que estaba destinado a vivir y a crecer aquí lo hayas matado con tus propias manos” Andrés le parecía un poco estúpido que en su mano hubiera vida, pero al vérsela de cerca,su mano estaba reseca y con costras y feas cicatrices que nunca había visto por todos los piquetes. Parecía la primera vez que veía lo que en verdad era. Se sentía demacrado, pero de verdad demacrado.
De repente el cielo se obscureció hasta que lo único que podía visualizar Andrés eran los ojos turquesa de esa extraña tortuga que extrañamente había durado ya tres años sin comida y aguas apestilentes. “Ya es tarde Andy” Nadie le decía Andy, solo su madre cuando era chico. ¿Tarde? ¿Tarde para qué? Se le hacía algo ilógico que alguien dijera tarde, si para todo había tiempo. De repente un pequeño resplandor, como una leve luz de candelabro, se vio por lo que parecía un cielo de un desierto nublado. Era una débil chispita cada vez más débil. No sabía si por timidez o por simplemente el tiempo le dieron escalofríos y un tiemble en sus manos. “Andrés eso que acabas de ver se supone que es tu cometa, se supone que va creciendo cada vez que tu vas prosperando en tu vida, hasta crear una luz tan vibrante, que te deslumbra en vida, pero en muerte te guía a tu destino final. Radicalmente, lo que habías logradoi con el amor a tu familia, tus cuadros de honor y tus sonrisas de la infancia las borraste con insultos, burlas, mentiras, trampas, drogas y mala vida. Lo que quedó de tu cometa fue eso. “
“Te deseo suerte en tu viaje, porque la necesitaras para poder llegar al menos para ver la ventana de donde tu familia y tus verdaderos amigos gozaran de una vida tranquila.” Los ojos de la tortuga se desvanecieron poco a poco. Dio el grito de agonía, no se podía mover y solo sentía sus lágrimas en su cuello. Veía su flashback, veía sus primeros malos pasos, veía sus malas ventajas y sus malos a mores y afectos: veía su ruina. “Te deseo suerte, porque la verdad eres un asco” fue lo único que llegó a murmurar a sí mismo.
Encontraron sus padres el cuerpo en el piso lleno en un charco de lágrimas de melancolía y en la mano solo estaba una concha de tortuga. Tenía un rostro de perdido, porque su cometa, no lo ayudo a encontrar si quiera la esquina de la calle de la calma.

Sentada en la ventana




Un día una noche, no sé si sea uno mas una o una mas uno. Siempre me sentaba frente a la plaza solo a comer pasta del chef y a ver las personas pasar. No iba a la escuela porque era muda, pero no era porque había nacido así, sino que me intimidan las personas, y más me intimidas tú.

Solamente con decirte que me sonrojo cuando el panadero me dice buenos días, y peor cuando pasan mis amigas a invitarme un agua de piña. Nunca les acepto una, pero no es porque no sean de mi agrado, es porque soy alérgica la piña. Y mucho más en agua.

Mi cabello es petirrojo, como mi amiga la ave que te despierta en las mañanas y hace que pases apresurado en tu bicicleta rumbo a clases. Me apena y me sonrojo con solo ver el reloj que ya es hora de que pases por ese lugar. Crecí y creciste. Me convertí en una chica solitaria y me convertí en la mujercilla de trenzas que solo pinta sus pensamientos en una botella color turquesa. Aún no hablo.

Me he vuelto alérgica a los abrazos, a los cariños, a los pasteles, a las risas, a la navidad, pero sobre todo a la felicidad. A lo único que no me aparezco enferma es a la pasta con jitomate y a la soledad de esa banquita en la ventana. Pero solo sonreía una vez.

La vez que te veo pasar por ahí, claro cuando no me ves que sonrío. Una mañana al fin te percataste que estaba en esa ventana, no ibas de prisa y sin embargo tenías esa sonrisa radiante. Me dijiste buenos días, y fue suficiente para que pusiera los ojos como plato y me pusiera más pálida que la servilleta que bordaba. Fue el primer saludo que me decías, y lo que yo no sabía, es que era el ultimo.

Pasaron los días y las semanas y los meses y los años. Y cada vez enfermaba más porque no te veía pasar por ahí. Incluso dejé mi mesita de pensamientos y decidí recorrer el pueblo que nunca había habitado. No te encontré. Tiempo después me enteré que te habías ido a la ciudad a trabajar, y que ya estabas casado y estabas esperando una hija. Pasó el tiempo y no sabía nada de ti. Caí mas en una enfermedad que le dicen tristeza y, era alérgica a todo, menos a mi mesita en la ventana y a mis pensamientos que te guardaba en esa botellita. Me la pasé viendo por la ventana día y noche para ver si pasabas. Incluso salí al pueblo haber si te encontraba. Hasta el día de mi muerte, solo esperaba al menos el sonido de tu roja bicicleta…

Mi mente es la tuya




Unas vacaciones cualquieras. Un fin de semana como cualquiera. Un sábado como cualquiera. Una noche en el pueblo como otra más. Una feria, muy grande ésta vez, pero como todos los años, había feria. Muchos juegos como siempre. Gente de todos lados, como cada año. “Súbeme a los cohetes prima” me decía Eva al ver tantos juegos a su alrededor. “También a las tacitas, a la oruga y súbete conmigo a la rueda de la fortuna”. Estaba tan feliz, como otro niño cualquiera. “Solo tengo para subirte a uno” Le dije con una sonrisa y una mirada de tristeza, ya que era cierto no tengo más que eso y para una leve cena. La niña me sonrió comprensivamente, como si entendiera que detrás de mi sonrisa, existiera un dolor frustrante de estar durmiendo. “Quiero ir solamente a los cohetes voladores, después nos iremos las dos por un pan de fiesta y después a dormir”.
Fuimos entre la multitud, se me hizo muy largo el viaje, aún estando solo a unos pasos para llegar y ya me sentía mareada. Eva corrió y se subió al más colorido que encontró. Se veía muy bonita con su gorrito puesto y sus pequeñas e inocentes manos. Me perdí pensando porqué no recordaba mi infancia. Empezó el juego y yo me perdí viendo como giraban los cohetes en una pequeña rueda. Las luces me deslumbraban, pero me gustaba al mismo tiempo ver las luces rodear mi cabeza. Cerré los ojos y me imaginé que yo estaba en ese cohete, pero que volaba hacia la noche. Los abrí y yo estaba en los ojos de Eva. Empecé a dar vueltas en el asiento del cohete, y justo cuando estaba dando vuelta por donde yo, antes de cerrar los ojos, estaba, se perdió la gente y el ruido y solo se vio la noche estrellada y el aire entre las copas de los arboles. Iba subiendo poco a poco a ese universo infinito. Pasé rozando las estrellas pequeñas y cada vez sentía más el calor del cohete. El calor de las flamas que atravesaban las nubes. Volé con la parvada de cometas hacia el oeste, íbamos cantando y silbando una tonada conocida, aunque no recuerdo expresamente de quién o si realmente existía. Llegamos a la Luna, me bajé y observé el paisaje que se veía con una esfera inmensa que era la estrella que me despertaba cada mañana en clase de ciencias. Seguí el recorrido y volamos por los cinturones de cráteres, se sentían como cosquillas en el cuello y pequeños masajes en el cabello suelto. Llegamos a nuestro destino, el anillo de Saturno. Una belleza de hielo hirviente y los ojos destellantes d las estrellas te daban la bienvenida. Me senté en el borde a contemplar el paraíso demasiado imaginario para poderlo vivir. Me dio sueño y parecía que iba descendiendo en un abismo…
“Prima vamos por el pan”. Eva con un poco de esfuerzo se bajo del cohete que había quedado enfrente de mí, y estaba tratando de que con sus actos la tomara de la mano. Aún no salía de trance, ese pequeño parpadear me llevó a un sueño que no sé como paso tanto en 15 minutos que duró su juego, al menos no me había caído dormida en el piso. Fuimos por el pan de fiesta y nos lo íbamos comiendo en el camino de regreso a la casa de la abuela, cuando estábamos en la calle solitaria, Eva me tomó de la mano y me dijo dulcemente “Me gustó el viaje de hoy, me gusto sentarme en la luna y viajar con los cometas, ¿podemos ir a Saturno mañana también?”.