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martes, 4 de agosto de 2009

La carta del mar




Leonor vive en las antiguas playas de la Australia salvaje, vive en los bosques se esa Australia de animales inimaginales, me parece que le llaman marcupiales. Vive en donde sale el sol donde cantan las aves de colores, donde hay agua de coco y donde hacen que el cabello deslumbre con listones de colores.

Yo vivo en la vieja Europa, vivo en el antiguo faro de la costa este, donde sólo crecen nueces en la primavera y donde sale el sol solamente a mediodía y a la hora del té. Vivo donde es una paz demasiado muerta y donde a bunda el color negro y gris calvario. Lo que acostumbran aca es solamente ir a misa y tomar galletitas a las 5 de la tarde.

Lo único que me entrelaza a Leonor y a mí es el inmenso mar que nos rodea, y que está junto a nosotros a cada minuto que pasa. Por eso decidimos que nos amndaríamos las cartas más profundas por vía marítima, susurrandole al amigo mojado los pensamiento que nos llegaban ese día. Yo le ´mandaba los mensajes a las seis de la mañana y a mí me llegaban los suyos a las siete de la noche, despues del almuerzo. Me sentaba en el pequeño risco y me la pasaba riendo a pesar que anochecía. No me daba frío porque sentía que el calor de sus pensamientos me refugiaban. Dependia de cómo amaneciera ella de cómo se comportara el inmenso azul. Si estaba triste caía una llovisna leve, si estaba fúrica me pegaba una tormenta, si estaba feliz salia un leve murmullo de sol, pero si estaba alegre al desbordar era un día perfecto para ir de día de campo.

Pasaron los años que tubieron que pasar para mandarnos las cartas de amor más bonitas que jamás recivio antes, hasta que llego esa asecina llamada peste. Un día esperaba su mensaje cuando me dí cuenta que se retrasaba, esperé hasta media noche y no llegaba nada. Le mande multiples mensajes, pero por días no tube respuesta. Esperé semanas, hasta que no pudo más mi decesperación y me enbarqué hasta esa isla.

Llegué y estaba cayendo gotas del cielo, me tarde un día es saber su paradero. La encontré, y agonizaba en un catre de un hospital del pueblo. tENÍA LOS OJOS AMARILLOS Y CUANDO ME VIÓ, DEJO SOLTAR EN SU CARA UNA SONRISA DE FELICIDAD DE AÑOS.

"me muero" me dijo en voz baja; "no te preocupes yo estoy contigo". Dormi en el suelo junto a ella. Me sentía afligido, al fin con ella y ella se me escapa. No tenía otra opción. Me puse mi sombrero y mi mejor traje, le compre un vestido de manta blanca y la ayude a vestirse. Débil como una concha de las orillas me dijoq ue qué era lo que tramaba. "Estaremos juntos, porque yo ya no te puedo extrañar más". La cargué y la llevé a la costa. "Ahora eres mi mujer, y el mar será nuestro hogar" Ella sonrió hasta soltar lágrimas y poco a poco fuimos avanzando hasta ese gigante azul. Nos sumergíamos, hasta quedar completamente adentrados a él. Mientras nos sumergíamos solo escuchabamos todos los mensajes que nos mandamos ala vez. Nos perdimos en la humedad de un amor.

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